José Francisco Rodríguez Noroña
Viñales, 1941. Profesor de Enseñanza Media. Ha
obtenido premios y menciones en encuentros de talleres literarios municipales y
provinciales.
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de la Antología Voz del Valle
que te canta
Ediciones
Loinaz. Pinar del Río. 2001.
Reiteraciones
I
Te voy a
olvidar para que me recuerdes
mirando los
objetos y los motivos:
esta
transición tiene de cuento.
Te voy a
extrañar para que me recuerdes
entre la gente
que a diario tratamos:
este lapso
es casi siempre dolorido.
Te voy a
escribir desde que llegaste
con tu
cultura un tanto incomprendida:
esta
obligación constituye un alarde
Te voy a
dejar entre lo que se tiene
guardado y
confidente:
esto es lo
mejor del olvido.
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II
En esa foto
de reverso
aparezco a
la izquierda.
La tienes
guardada, pero la tienes.
debes
recordar que un rayo de luz
captó en
dimensión las sonrisas.
La tienes
guardada, pero la tienes.
En esa foto
de anverso
aparezco a
la izquierda de tu corazón,
pero no me
tienes.
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Detalles
Alguien me
pregunta
cuál es la
mujer de estos versos
frente a
una escalera cuyos escalones en ascenso
nos quieren
llevar al cielo,
frente a una
escalera cuyos escalones en descenso
nos quieren
traer a la tierra.
Alguien
sugiere
y no se
sabe
en el
descenso o ascenso
hacia qué
parte se marcha
lo sublime
de la que
menos cuestiona.
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Tentación
La tinaja
de mi abuela
tiene un
genio escondido
que en las
madrugadas visita los sueños de la sed.
Al lado, en
un rincón tras la urna de San Lázaro,
sus fieles
perros no dejan de acercar
la
tentación de un registro.
Su escoba
de palmiche amarada con trapos
tiene los
patios enyerbados
donde salía
coger el sol en un taburete.
Los pasos
con alpargatas
la hacen
más esperada.
Con un
tenue carbón asando gramos
mi abuela
ronda la poesía.
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Allí
Allí donde la acera recibe los mismos pasos
donde los portales se hacen eco de los
comentarios
donde los ojos no tienen barrera,
aprendía a ganar confianza;
donde la escalinata se hace cómoda
donde la campana a menudo suela
donde el paseo de un domingo inquieta,
prendía la prisa y la espera;
donde termina un tiempo
donde juegan menores y mayores
donde cientos de años se dan cita,
aprendía un nuevo tramo de mi vida.
Allí me asigno un lugar para hablar de estas
cosas.
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El sueño no se despierta solo
Te prometí
tantas veces
ir a la
luna, al sol,
a cazar
grandes pájaros con tirapiesdras
y nadar
solos en el mar.
Te prometí
cosas reales
sonriendo
cuando te acostaba
en tu cuna
pequeña y blanca
hecha
selva, aviones, ensueño.
Te engañé,
dulce, plácido e ingenuo
con tal de
tener reposo en el corazón.
Y tú,
hombre; niño yo,
me das
esencia de la vida.
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