Gleyvis Coro Montanet
Pinar del Río, 1974 (Poetisa y narradora). Miembro de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Doctora en Estomatología por una
universidad de Pinar del Río y Doctora en Educación por una universidad de
Madrid. Premio UNEAC de novela “Cirilo Villaverde” por la obra “La burbuja”,
2006. Premio Anual de la Crítica Literaria 2007 por “La burbuja”. Tiene
publicados los libros Con los pies en las
nubes (Gran Premio Vitral de Narrativa, Ediciones Vitral, 1998); Cantares de Novo-hem (Décima, Ediciones
Loynaz, 1999); Escribir en la piedra
(Premio Alcorta de Poesía, Ediciones Loynaz, 2000); Poemas Briosos (Ediciones Aristas de Cobre, Córdoba, España, 2003);
Aguardando al guardabosque (Poesía,
Ediciones Loynaz, 2006); La burbuja
(Ediciones UNIÓN, 2007), Jaulas
(Poesía, Editorial Letras Cubanas,
2009); Mujer de letras / Woman of letters.
The Spanish text and facing English translations of the poems of Gleyvis
Coro Montanet (Poesía, Editorial The Edwin Mellen Press, 2010).
Textos literarios suyos han aparecido en importantes antologías cubanas y
extranjeras y ha publicado artículos de opinión en las principales revistas y
periódicos de su país.
gleycoro@gmail.com
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Nunca digas de esta Coca Cola no beberé
Puesto a saber de cosas
prácticas,
cosas que endulzan, más que la
poesía
y la ficción escrita la
existencia,
mi pensamiento vagabundea,
donde los márgenes de la ficción
y lo poetizable, como un
colonizado
rebelde. Mi pensamiento se hace
popó,
en el culto universal hacia lo
acaudalado,
en lo chic, lo civilmente
correcto,
también llamado derecha
facinerosa,
burguesía capitalista
clase media alta,
y, después de tanta mala suerte
conjunta,
llamado también, incluso, clase media
a secas.
Y yo le digo a mi pensamiento:
pensamiento,
no te radicalices,
ni te cagues tanto en los demás
pensamientos.
Y lo digo porque,
en gran medida,
he cometido múltiples
y pustulosas acciones de derecha.
Me han empujado las formas
infelices
a ser de derechas,
y lo he sido de manera franca
o subrepticia cada vez,
con la cara llena de tizne
y el ceño fruncido por el asco.
Cuento con las nubes las veces
en que he sido de derechas;
a gusto o a disgusto todas
esas nubes pasan sobre mí ahora,
con su peso de carga negativa,
cruzando el cielo verde-gris
de mi abatida conciencia.
Y me parecen, en efecto,
más nubes que las necesarias.
Por lo que quisiera
darle marcha atrás
a algún reloj automático.
Pero ya es tarde,
y también,
en la pantalla plana de la
historia,
descubro que muchos
contemporáneos míos
de la izquierda radical,
de la zona
más zurdamente zurda de la
izquierda,
pueden contar con la lluvia
precipitada de mis nubes,
con los aleteos de los pájaros
de mi sucio cielo,
las tantas y pútridas veces
en que han sido de derechas.
Al punto que sus pensamientos
-no discuto si superiores a los
míos-
tampoco pueden hacer ningún popó
sobre lo acaudalado,
lo chic, lo civilmente
correcto.
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Empezar de nuevo
Tenía que ver el ímpetu
con que mi padre lo decía:
La Revolución.
Como si fuera una materia viva,
un músculo morado,
un elemento de primera necesidad.
Tenía que ver aquello, mucho más
indescriptible,
de lo cubano en su peso,
en su funda violeta,
en su caldo.
Tenía que ver con la mirada
en la cresta de la masa de la
ola,
o con la puesta, febril, de la
pupila en la cresta
de la masa de la ola,
como con cierta estrategia
de la emoción que nunca falla.
Tenía con ver con eso.
De modo que si hoy
apenas queda
la mitad de la mitad del todo
y una salada sensación de
espanto,
que la nombra
de modo breve y evasivo,
y la hace homóloga del símbolo
del estado de alerta,
y del elemento similar a cero,
cuidado. Cuidado que esto no
significa
que sea irreversible la euforia,
que esté muerta y tendida y
condenada la euforia,
que no pueda emerger,
más limpia y olorosa,
la vena de agua.
Ni que a la antes sustantiva
y al cabo desperdiciada emoción,
le sea imposible recobrar su
fabuloso estado.
Camarada,
amigo, amante,
adversario incluso,
criatura recién parida, embrión:
los campos diversos
de la nación aguardan,
todas las plazas públicas
de la nación aguardan,
las tarimas aguardan.
La rosa y la materia pútrida
aguardan.
Cientos de zonas en blanco
aguardan,
como cunas,
los mejores versos
las mejores prosas,
el ímpetu
con que no sé decirlo:
La Revolución.
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Soneto escrito en España o
donde les digo ¡alerta! a todos los poetas cubanos
...Nada puede secar el árbol de la poesía.
Gastón Baquero
Que nada quede de Baquero aquí,
me grita que esta España dislocada
también demolerá lo que escribí
y no sólo en la arena, sino en cada
omnímodo formato. Tanto así,
tan poco queda de Baquero aquí,
que el árbol, finalmente, se ha secado.
Y si a Gastón Baquero le ha pasado,
resulta una verdad de enciclopedia.
Por eso la pregunta: ¿qué hago aquí?
constante en su goteo, como Pi,
con su golpe de horror, con su tragedia,
como un fatum, que viene desde Heredia,
y sin piedad alguna, llega a mí.
me grita que esta España dislocada
también demolerá lo que escribí
y no sólo en la arena, sino en cada
omnímodo formato. Tanto así,
tan poco queda de Baquero aquí,
que el árbol, finalmente, se ha secado.
Y si a Gastón Baquero le ha pasado,
resulta una verdad de enciclopedia.
Por eso la pregunta: ¿qué hago aquí?
constante en su goteo, como Pi,
con su golpe de horror, con su tragedia,
como un fatum, que viene desde Heredia,
y sin piedad alguna, llega a mí.
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Ensayo sobre el uso excesivo de
la palabra mierda en el argot cubano
La mierda que en el
seso inteligente
del buen cubano se
hace fija y densa,
es arma primordial
de autodefensa.
Y más que bosta
oscura y maloliente,
es emblema y escudo
de una gente
que, a menudo, no
dice lo que piensa.
Que tiene que
mentir, amigo, y miente.
Que tiene que leer
mierda en la prensa,
mierda en la tele,
mierda en cualquier parte:
al punto que la toma
de estandarte,
para una vida que se
lleva el diablo.
Tras años de lidiar
con el vocablo,
debes saber que
cuanta mierda te hablo,
no es práctica
vulgar, amigo, es arte.
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EN LA LUCHA (AXIOMA CUBANO)
Mi abuela no sabía
cerrar el puño.
Era un gesto demasiado
rudo para ella,
nacida en los años veinte.
El puño cerrado de mi abuela
parecía una codorniz dormida,
incapaz de derribar a otra
codorniz de menos peso.
Para el ataque y la defensa,
mi abuela usaba
alternativas y trampas:
agarraba con aspaviento
algún objeto cortante de la
cocina
y blandía, al unísono,
su exterminadora lengua.
Era muy pasional mi abuela,
pasional y cuchillera
y aunque frágil y débil y
cobarde,
terminó siendo temida por todos.
De modo que si la vida tuviera un
árbitro,
-a pesar de sus infracciones-,
iba a tener que levantar el
brazo,
menudo y victorioso, de mi
abuela.
Yo, en cambio, cierro el puño
de acuerdo a los parámetros
olímpicos y callejeros
y me doy de golpes
sinuosos y directos.
En el ring sin reglas de la vida,
a puño vivo pego, con frecuencia,
en el hocico de las
circunstancias.
Golpes de todo tipo recibo y
lanzo,
como un mal hombre,
a diestra y a siniestra.
Escasamente hablo.
Menos cosas derribo.
Y nadie en el mundo me teme.
Ningún árbitro levantará mi brazo
al final,
porque no hay árbitros
y porque terminaré sin
brazos,
pero peleo.
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Todo pintaba feo, me largué
y todo pinta peor a donde fui.
Fuiste el más tenaz
de los hijos de mi madre.
El más ligado al país.
En la ronda inicial de las edades
y en lo sucesivo, cumpliste,
con eficiencia de báscula,
los parámetros de la ley.
Nadie ni nada
-ni el puto amo
ni la muralla de mierda-
zafaron tu ligadura a la nación.
Qué pena que no seguí
la regla de tus actos.
Hoy estaría allí, contigo,
mordiendo una mandarina.
Pero a mí lo nacional me
superaba.
No era tenaz. Nada tenaz. No
resistí.
Todo pintaba feo y me largué
Y ahora mira mi grisura.
La dolencia con que escribo
mensajes cortos y ambivalentes,
el miedo con que investigo
si valdrá la pena conocer
a quiénes o a qué les cupo
mayor honor o desventura.
Yo pasaría de todo
si no fuera porque siempre
voy de lo gris hacia lo negro
y, encima, vi ayer al limosnero
aglutinar de golpe su cobranza
de monedas y semillas
y no pude tolerar
tanta similitud conmigo.
Deduje entonces
que no era bueno
hacer lo mismo con los temas
de una vida avasallada
por los dilemas de un país.
Que debíamos separar
las monedas de las semillas.
Pero
¿cómo se resuelve un error
hundido en tanta mezcla
apelmazada?
¿Cómo sedimentar,
en torno al par de seres
ordinarios que somos,
una estrategia de calibre?
Hijo tenaz de mi madre,
si tanta confusión existe,
¿no será porque, llevados a
escala,
en la hora puntual de los
recuentos,
ninguno de los dos pesamos
o importamos como patria?
¿Será que somos limbo?
¿Que una vida echada a perder
en una parte u otra,
es otra vez limbo?
¿y que todo amago de quitarle
limbo al limbo, produce diez
veces limbo?
Preguntas como estas -y peores-
nos estrangulan. Preguntas
limosneras
que no marcan
el son en las tertulias actuales
ni marcarán las venideras.
Yo no sé, no veo que atormenten
a un europeo estas dudas.
Ni que algún otro ser paralelo
-carniprieto o refugiado-
se las plantee con el vigor
con que nosotros, los cubanos,
meditamos al respecto
en la compleja noche
y cuando el despiadado día
nos lo permite.
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Poema porque no sucumba Paloma González
El viejo párroco de mi pueblo
creyó que me consolaba
cuando me decía: hija
los que te oprimen, sucumbirán.
Como en una ley garantizada
por un acuerdo suyo
con alguna nube
o con la estatua de yeso de Dios,
esperaba el párroco que yo
creyera
en su voz de campana,
y resolviera enseguida mi
desconcierto
de niña y joven picoteada
por los negruzcos pájaros del
universo.
Fue dulce, pero nulo
de tu parte, párroco.
Nulo porque era,
por todos lados, mentira:
el grueso de los que oprimen,
-antes y después de Cristo-
continúan hermosos
y estables en sus puestos.
Mejor ubicados incluso,
olvidados de los seres
picoteables como yo.
No hay relación alguna
entre maldad y debacle, párroco.
A otra parroquiana con ese
cuento.
Porque, además,
¿qué parte rota mejora
cuando el pico mortificador
sucumbe?
¿qué le ha devuelto al mundo
la decadencia postiránica de los
tiranos?
Mierda seca, párroco. Te lo
demostraré
con un marginal ejemplo.
A fin de no reiterar
los apellidos odiosos,
por no fijarlos más,
por no embarrarlos de dulce
y sacrosanta poesía,
pondré un ejemplo leve
de tiranía de cajón,
pondré a la casera infame de
Alcobendas
-se llamaba Paloma González-
villana como los típicos
villanos del evangelio.
Después de haberme chupado,
hasta la miaja de los huesos,
con el alquiler de un cuarto,
tipo cueva,
aquella vieja me echó a la calle
debajo de una nevada.
Después de haberme chupado
hasta la miaja de los huesos,
toda la nieve de mi vida
-la primera nieve viva que veía-,
me cayó encima aquella noche,
jodiéndome, para siempre,
el sentido poético de la nieve.
De modo que muchos años después,
veo nevar en la tele,
o en un libro de ficción y
tiemblo.
¿Qué calor dará a mis huesos
que Paloma González,
se haga papilla o ceniza
frente a mí, ahora mismo?
¿Qué me sustraerá, a estas
alturas,
del frío sin nombre que pasé?
¿Y si Paloma González
se hubiera desintegrado
en el instante mismo en que me
oprimía?
¿qué hacía con eso: alegrarme?
¿De qué vale alegrarse por algo
así?
De nada vale, párroco.
Más bien debemos llorar
de lástima crónica
por Paloma González.
Y pedir que no sucumba,
que le dé el ayuntamiento
el mejor remunerado de los
trabajos,
que el azar le proporcione
un marido que la ame
hasta el límite de lo que le es
posible
amar a un marido.
Y que sea feliz como una foca.
A ver si la felicidad
la rehace.
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Variante constitucional
Hijos del prócer Martí
son todos en igual
y en desigual medida,
desde la proa hasta la popa
son todos en igual
y en desigual medida,
desde la proa hasta la popa
del inclinado barco
que hace de nación.
Herederos de su culpa
-que fue mucha-
de sus vicios,
y su eventual desgracia,
también abundante.
Calcos humanos de su gestión,
marcados con su marca,
la que fuera,
y que ya no vale precisar,
para que no se vuelva discurso.
Auténticos hijos de Martí son todos,
sujetos, atados, cagados a él.
Siendo muy hijos suyos los niños,
las mujeres y los viejos,
-para cumplir con el orden convencional-,
los presos, los tránsfugas,
los enfermos de cualquier
patología incurable o pasajera,
los cantantes oficialistas
los poetas opositores,
los borrachos, los drogadictos,
los amigos del imperio extranjero,
los tracatanes del gobierno local,
los dados al fraude,
los honestos -es un decir-
los idos y los quedados,
los sonsos como tú,
lector de poemas.
Siendo todavía más hijos
de Martí los homosexuales
–mujeres y hombres-
asumidos o no,
los bisexuales,
los transgéneros,
los muertos de todas las tendencias
marciales y políticas,
los traidores de varias
texturas y colores
y toda esa podrida
y dispersa riqueza cubana,
con independencia de su culpa,
y en relación directa
con su desgracia.
que hace de nación.
Herederos de su culpa
-que fue mucha-
de sus vicios,
y su eventual desgracia,
también abundante.
Calcos humanos de su gestión,
marcados con su marca,
la que fuera,
y que ya no vale precisar,
para que no se vuelva discurso.
Auténticos hijos de Martí son todos,
sujetos, atados, cagados a él.
Siendo muy hijos suyos los niños,
las mujeres y los viejos,
-para cumplir con el orden convencional-,
los presos, los tránsfugas,
los enfermos de cualquier
patología incurable o pasajera,
los cantantes oficialistas
los poetas opositores,
los borrachos, los drogadictos,
los amigos del imperio extranjero,
los tracatanes del gobierno local,
los dados al fraude,
los honestos -es un decir-
los idos y los quedados,
los sonsos como tú,
lector de poemas.
Siendo todavía más hijos
de Martí los homosexuales
–mujeres y hombres-
asumidos o no,
los bisexuales,
los transgéneros,
los muertos de todas las tendencias
marciales y políticas,
los traidores de varias
texturas y colores
y toda esa podrida
y dispersa riqueza cubana,
con independencia de su culpa,
y en relación directa
con su desgracia.
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Contrapunteo cubano
Quimbombó que
resbala con la yuca,
la moja, la
exorciza, la dispara,
la sumerge en un
químbara-quimbara
que agota el
argumento de la yuca.
Con sandunga y vigor
la despeluca.
Quimbombó planta a
muerte la porfía
y luego de una gran
susto de agua fría,
cae, todo sutil,
sobre la yuca,
que se torna sumisa
y, mameluca,
destila incierta
miel de blanca baba
y al quimbombó se
pega, en una traba
volcánica y ritual
que los desnuca,
pues lo del
quimbombó y de la yuca
es un pleito que
empieza cuando acaba.
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