René Valdés Torres
Nació
en San Luis, Pinar del Río, en el año 1946 y ha publicado para los niños el
libro de poemas Canta la tarde,
editorial Capiro. La editorial Hermanos Loynaz publicó sus noveletas Bajo el aire y el sol de Buenavista y Los
hijos del vendedor de tinajas y Cauce en sus ediciones Almargen, Una tía tengo yo,
bastante loca.
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Margarita
Cun Cun
Ediciones Almargen. Editorial
Cauce. Uneac. Pinar del Río. 2011.
LO DE MARGARITA CUN CUN ME LO
PUSO mi abuela; es la única de mi familia que no se interesa por asuntos
ajenos. Desde pequeña estoy oyendo chismes sin poder evitarlo. Mi madre, mis
hermanas, mis primas, mis tías, ¡y hasta mi padre! son chismosos. Sin embargo
me quieren matar porque siempre estoy enredada en un chisme. ¿Qué voy a hacer?
El próximo curso comenzaré en la Secundaria y aún no he aprendido a guardar
secretos.
DICE LA ABUELA QUE MARGARITA DESDE LA cuna ha
sido chismosa. Se dio cuenta el día que se fue hacia atrás para ver quiénes
hablaban en el cuarto. Por suerte antes de caer al piso se infló como una rana
y no se hizo ni un rasguño.
Nadie hacía caso a la abuela, tampoco daban
importancia a la sonrisa de complicidad que iluminaba su carita al término de
cada chisme, como si hubiera entendido lo que se hablaba, ni a las veces que se
cayó de la silla tratando de alcanzar la ventana que daba al camino.
La abuela quiso mantenerla alejada, pero la niña
siempre venía gateando al centro de las conversaciones y se quedaba lelita con
los ojos más abiertos y salientes que los de un sapo.
Tuvieron que pasar los años para que
comprendieran a la abuela y se les cayera la cara de vergüenza ante las quejas
de los vecinos y de la escuela ante los enredos y situaciones creadas por
Margarita Cun Cun; sí, porque la niña ya tenía nombre y apellidos también.
LA PRIMERA PALIZA QUE ME DIERON POR chismosa, me
la dio mi madre. No por chismosa sino porque la enredé a ella también. Como la
directora de la escuela es una pesada y agria más que una naranja, dije a todos
que su marido la engañaba con una amiga de mi madre.
La directora se enteró y no tuve más remedio que
contarle lo que sabía. Me asusté mucho porque, mientras yo hablaba, ella iba
cambiando de colores. Primero fue blanca como la leche; después, amarilla como girasol;
luego, verde lechuga; más tarde, violeta berenjena y por último, roja como un
tomate y sin pensarlo mucho salió disparada a discutirlo con mi madre, quien me
esperó en el camino y fue dándome golpes hasta la entrada de la casa.
AQUELLA TUNDA NO FUE REMEDIO PARA Margarita Cun
Cun cuya lengua, a los diez años, podía enroscarse en el tronco de una de las
ceibas más viejas del monte.
Cuando Margarita oyó a su padre decir quién
había robado el cochino de Luis, el cojo, salió a informarlo a la velocidad de
la luz y su madre, en un arranque de desesperación, le selló la boca con una
tira de esparadrapo.
LUISA MENEÍT0, ERA UNA DE LAS AMIGAS íntimas de
Margarita Cun Cun; llevaba lagartijas en el pelo para atraer la buena suerte,
cuando nació, un día gris como el humo, la casa se llenó de cotorras.
Luisa Menefto salía de la escuela y en vez de ir
para su casa, se iba a visitar vecinos. Los novios a escondidas, los amantes,
los jugadores de lotería, los vendedores clandestinos de merengues, los
secretos y los misterios se ponían violeta y se les erizaban los pelos al verla
venir; con frecuencia tenía que desenredar su lengua del cuello para evitar que
la ahorcara o le subiera a la cabeza y la convirtiera en medusa.
Cierto día un cuervo voló por todo el pueblo
gritando su nombre y declarándole su amor; pero ella corrió a esconderse en el
tronco de una ceiba llena de brujerías.
El cuervo ya perdía todas sus esperanzas, mas se
le ocurrió entrar en el mismo tronco de ceiba. Al ver a Luisa Meneito dejó
brotar dos lágrimas que, al caer, ardieron como velas. Debajo de una de sus
alas escondía un collar de perlas negras que había robado en una joyería
inglesa para ofrecérselo a la que fuera su novia. Pero Luisa Meneíto se asustó
tanto que empezó a dar gritos y no cesó hasta que llegaron dos carboneros y espantaron
al cuervo.
Según Luisa Menelto, ella no era una cuerva ni
cosa por el estilo, sino una niña dulce e inocente.
El día que denunció a Margarita Cun Cun como
autora del robo de la caja de lápices de colores de Juanito el Flaco, se
enredaron a golpes al salir de la escuela; halones de pelo, mordidas y
bofetadas reinaron en medio de la algarabía de los muchachos que, en vez de
desapartarlas, las azuzaban como si fueran dos perras.
En la Dirección se aclaró todo y las dos fueron
amonestadas públicamente. Sin embargo, dos semanas después, se habían amigado
de nuevo; compartían sus meriendas y salían abrazadas de la escuela, tan
felices y radiantes como dos girasoles a las diez de la mañana.
LA ABUELA DE MARGARITA CUN CUN desayunaba con
pétalos de marpacíficos y flores de jazmín, el perfume le salía por la boca y
se olía en toda la casa.
A comer flores la enseñó el moro Amhed, que
venía todos los sábados a vender ropas, telas, argollas, sortijas, relojes y
especias de rara procedencia. Parecía una quincalla ambulante cuando salía al
camino con las grandes cajas en la cabeza y los hombros.
La abuela de Margarita, siempre vestía de
blanco. Por las tardes, se transformaba en paloma mensajera para ir a deshacer
los chismes y enredos creados por su nieta.
Regresaba contenta aun sabiendo que, como Sísifo,
al día siguiente tendría que levantarse antes que los demás para que no la
vieran recoger el bulto de problemas a resolver por la tarde.
CUANDO MARGARITA CUNCUN, que tenía el poder de
convertirse en agua para entrar en las habitaciones por debajo de las puertas oyó
decir a Carmelina que al día siguiente venderían bombillos en la shopping salió disparada a decirlo en su
casa y de allí salieron, como afluentes de un río, todos sus hermanos a avisar
a sus amigos.
Antes del amanecer, cuando llegaron Carmelina y
sus parientes a la tienda, en vez de bombillos se encontraron con una bomba de personas
discutiendo. Carmelina no podía comprender el golpe que le habían propinado.
Los bombillos solo alcanzaron para seis personas que, disfrazadas de luz, subieron
por el pueblo a revenderla.
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