Félix Contreras
Pinar del Río, 1940. Poeta, periodista, musicógrafo e
investigador cultural. Tras graduarse en la Escuela Nacional de
Instructores de Arte y cumplido su servicio social, se dedica al periodismo
cultural, sucesivamente, en Juventud Rebelde, Cuba Internacional, Casa de las
Américas. Articulos suyos aparecen frecuentemente en publicaciones cubanas
y extranjeras. En el terreno investigativo ha pesquisado las huellas
de culturas regionales españolas en Cuba; la canción feeling (canción y bolero
fusionado con el jazz norteamericano); La vida en Cuba del
pintor manchego—castellano Gabriel García Maroto, entre
otros temas; El tango argentino en Cuba entre 1910—1990.
Ha ofrecido recitales, cursos y
conferencias en la ex URSS, España, Bélgica, Argentina, Uruguay, Colombia,
Serbia, México, Ecuador y Brasil. Premio de Periodismo Juan Gualberto Gómez de
la UPEC, Cuba y Premio Abrace, Montevideo, Uruguay, 1999. Publicó los poemarios El fulano tiempo; Cuaderno para el que va a nacer; Corazón semejante al tuyo; Ultima persona; Gardelianas; Álbum de la vida; Querido
Sur; Así es la rosa; Poemas; Para você, para vos.
En proceso editorial tiene Sagitario en Jovellar número 5. Poemas
suyos —entre otros— ilustran la edición de la Constitución de Cuba realizada
por Univerta Universidade Aberta, Río de Janeiro, Brasil, 1988.
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Verano en la Habana
Las calores del verano
empapan hasta el modo de pensar.
Sobre la silla se refresca la camisa.
Las puertas se abren
y por ello los recuerdos
y la tristeza en La Habana
son más tibios.
Nuestro verano
le quita oscuridad a las palabras
y nuestro ser, sentado en el umbral,
cuenta de puerta en puerta
su alma extrovertida,
sus excesos de la cita,
y en el cielo el rebaño de azules
teclea
la próxima mañana.
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Indalecio en La Habana
Para Javier Corona
Indalecio viene en helicóptero
A La Habana porque,
La pasión meridana lo puede todo.
Un beso, una rosa, un bolero
Para este hombre bueno,
Un amanecer del cielo y de la tierra,
También una guitarra,
Un almuerzo habanero
Para este hombre que lleva
En su corazón caliente un sueño:
Una luna, una pequeñita luna aunque sea,
para Rodrigo, Alejandro, Cristian,
para los
pobres,
y un cuchillo contra la pobreza,
Y, que llegue, al fin,
--como soñamos ahí Mérida Layda, Indalecio y yo--
La inmensidad del pan al mundo.
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Gardeliana I
Me importa poco donde naciste
Toulouse
Buenos aires
Tacuarembó
o La Habana
tú llegaste al mundo en aquellos cines de mi pueblo
donde eras dichoso tú y feliz yo
en aquella oscuridad
tu voz saliendo de la pantalla del sueño
cantando mejor que nadie
entre nosotros los vivos
tú no eras un muerto
incrustado en mi cigarro
yo entraba contigo a la fe a la esperanza
y como tú yo cantaba con la boca llena de rencor
que me importa donde naciste
si contigo yo entré a la poesía
y fuiste naipe para vivir
ganar perder y ahora
sos parte de mis lágrimas sinceras
y cantas en Corrales el Abasto
y en aquellas madrugadas
de mis días feos
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Gardeliana II
En medio de la noche sonámbulo
y arraigado en tu recuerdo
bajo la lámpara del insomnio
cruje la voz de Gardel: solo me queda
de tu mágico esplendor
el yelmo roto de triste soñador
porque en esta historia estoy sin ti
lentamente la noche se hunde en su tinta
avariento repaso tus ojos tu nombre
me canta Gardel
estoy vivo
mañana te veo.
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Gardeliana III
Hoy estoy para cantar un tango
Mucho mejor que Julio Sosa o Carlos Gardel
Besar a una uruguaya o una porteña
De ojos celestes hablar de La Habana
en el Sorocabana o en Los Inmortales
privatizar para mi sólo Buenos Aires o Montevideo
y regalarla a mis amigos
entrar a la librería y hablar con Beto Bianchi
de los tiempos que corren
por televisión de la esperanza
a pesar de Cambalache
llegar a casa de Diana y Rubén en Rosario
preparar un almuerzo porque estoy para sentarme otra vez
en las butacas del Cine Aída de mi infancia
y escucharle a Gardel un tango a mi locura de sueño infinito
encontrarme a mi madre librarla de harapos
porque hoy señores estoy
para catar un tango a mi corazón que florece
y aun promete sorpresas.
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Gardeliana VI
Gardeliana VI
(mis poetas del tango)
Lo único cierto que tengo es esta poesía
que me dieron los poetas del tango
suben sangre arriba a mi boca
y me consuelan de esta manía de perderlo todo:
Cadícamo
Manzi
Discélopolo
Castillo
estuvieron conmigo en aquella oscuridad
y me enseñaron a vivir en ella
las pocas dulces tarjetas que la vida a veces reparte
esos poetas me dicen si son verdaderas
¿Cómo imaginar mirar el cielo
hacer este poema sin esos poetas del tango?
¿Puede usted decirme?
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Ferreira Gular
Para
Adriano Biava da Helenice
Lo concreto es el hombre
lo que sufrimos lloramos
sobre todo la parte enferma de la vida
ese hombre esa mujer que van por la calle
preguntando por la justicia lo concreto
es la mano tan lejos de lo que pide el sueño
el espejo el espejo lo concreto es el espejo
no la mueca salgo al patio a orinar
las estrellas la luna llora
sea lo que la vida determine
pero lo concreto es el hombre
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Niña de Río de Janeiro
Para María Celeste Mira
Dulce niña de Río
que cada mañana
viaja en el tranvía
con sus hombros del color
de las rosas
¿a dónde vas con ese paso incierto?
dulce niña de Río,
lastima tu sonrisa tan parecida
a la alegría del pobre,
lastiman también
tus ojos que miran
desde la antigua oscuridad
del miedo
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Este poema
Para ganarme la vida
Escribo este poema
Mirando lo que se fue
Y como siempre
Lo que tengo que escoger
Para ganarme la vida
Escribo este poema
Mientras mi infancia
Aúlla al fondo de estas palabras
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Otra vez la vida intensa
Al cierre casi de esta biografía
te encuentro y se ilumina el librito gris de los sentidos
vuelvo a convivir conmigo in situ
a ser otro vulnerable romántico idealista
como ayer sentado en los cines de mi pueblo
creyéndome Carlos Gardel Julio Sosa
besando a Mona Maris
Imperio Argentina Libertad Lamarque
descubriendo qué lindo el amor
buscando rincones oscuros para un beso
pero ahora te encuentro y cualquier soledad más
ya no es la misma en este último tramo
de este paso por la vida y lo efímero
los datos menores aprietan la garganta
le quita reposo al viento vuelven a ser
puntual registro de alegrías porque soy como al actor
que dicen “sólo usted puede hacer este papel”
por eso mírame abierto al perfume de tu boca
que dice todo lo que tenemos todos en común
La más cruel rutina sin piedad
Puede creerme todo esto.
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Búsqueda
Estoy seguro que escribí
Un poema que ahora no encuentro
Lo escribí
Estoy seguro
Y sucede que ahora mi casa es un revoltijo
Llena de soledad
De pálida soledad
Como los poemas que se pierden
¿Dónde estará ese poema
contrariando mi vida
como un tambor loco
que gravita soñoliento
entre la risa y el llanto
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Epitafio
En el cementerio de Colon
En el barrio El Vedado La Habana,
Duermen sueño eterno
El Caballero de París
Raúl Hernández Novás
Ada Elba Pérez
la pobre María Esther Contreras
e igualmente Claudia Herrera Vega
el borrachín Andrés Gómez
Y bajo una losa a punto de rajarse
(polvorienta en la seca, manchada de barro en la lluvia)
en la que a duras penas puede leerse
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Cine de barrio
(homenaje a José Z. Tallet)
En ese cine de barrio
que frecuentaba los domingos
si acaso, en el minuto final
la jornada de trabajo,
como borrasca que fue
en mi empeño estudiantil,
no se interponía,
en ese cine puro sobre mi frente
hay ahora otro páramo infeliz
—tosco cementerio—
de autos Lada soviéticos
guarnecidos por un viejo que dormita.
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Los dedos en este papel
En este papel están mis dedos
y los que hicieron la cerámica
y los que arrancan los motores con ternura.
En este papel
junto con los míos
están los dedos que hicieron mi morada
la escritura
y las cosas que me miran.
En este papel
están también
los dedos
que permiten a los míos
mover mis manos
en el remolino de la vida.
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Hombre en la ciudad
El hombre de la ciudad
dejó el campo
buscando el ritmo vertiginoso de la urbe
y, ahora se pasea en el paisaje romo
del decorado urbano.
Se fue de su casa
huyendo del silencio construido
de verde y tierra
que da abrigo y manos.
Ahora no sabe
cuándo cae la lluvia
inquilino de un suelo
que sin sus huellas,
busca la ciudad en la ciudad,
alojado en un cuarto
donde estorban los libros
y un hornillo en la cocina.
Serrucha la antigua puerta
de cuando hicieron la ciudad.
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Arte egipcio
Ante el excelso arte egipcio
mi frágil ignorancia
yo la inclino.
Triunfa mi admiración
ante aquellas manos
que ebrias de altura
encaramaban el enorme seboruco,
doblaban la jornada laboral
con altivo dividendo productivo.
Es cierto —estaba el duro grito
del mayoral, del amo poco gentil
pero, señores, ahora
desgarra mi mente la neurona
preguntona, incomprensiva
que cuenta uno por uno— mil,
hoteles, oficinas, ministerios,
el numeroso gentío que—oh, milagro—
que pueden llevar
los febles hombros del Estado.
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Patria en mi lienzo
Eres la geografía mental de mis manos,
mi frente despierta,
la ardentía en la pupila,
viento en la campana.
Eres el nacimiento
de un sollozo,
la flor en el sangriento puñetazo.
Patria,
eres la voz
que se me derrama.
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La Habana tiene sed
No llueve.
¡Qué sed tan grande
tiene la ciudad.
La gente pasa seria.
en lo alto,
la Giraldilla
se derrite,
se pone adhesiva,
pegajosa,
elástica,
porosa,
opaca,
seca,
se desespera
con los turistas
pasando abajo
y ella sin poder
matar su sed.
No llueve,
y los turistas pasando.
Qué sed tan grande tiene la ciudad,
y los turistas pasando.
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Danzón
Para Lina y Artiles
El mar se deshoja en la playa:
hace frío en Matanzas
y pasa Miguelito Faílde con su cornetín:
que esta noche vaciará el primer danzón.
Cornetín/ trombón/ de pistones/ figle/
clarinetes en Do/ violines/ contrabajo
timbales y guiro criollo.
Suben a La Cumbre los matanceros
al atardecer y se van enterando
los pies del nuevo ritmo.
Otra vez la Isla despeja el camino
Con la música.
Esta noche a las diez en el Prado
revientan los arpegios de Raimundo Valenzuela
y La habana de un modo tan certero
disparará su destino, su venganza
de ciudad que transita el tiempo
crucificada en el horizonte.
El niño Lezama Lima observa
el pie sonámbulo
en el exquisito arte del danzón.
¿Qué habrá escuchado?
En Madruga José Urfé
extrae el vértigo de los sonidos
de un oscuro bombín.
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Felicidad
Felices los que saben vivir solos
Los que conviven con un televisor
Los que domestican la noche entre cuatro paredes
Los que salen y no olvidan la llave
Y no se quedan en la calle
Los que se divorcian mil veces
Y se enamoran otras mil veces
Los que van a la bodega y no olvidan la libreta
Los amigos del bodeguero el carnicero
que cocinan y no queman la cazuela
Los que saben comer solos
Los que comparten todo con ellos mismos
Los que hablan con un perro o un gato
Y espantan la soledad y son felices
Los que le da igual el día o la noche
Dentro o fuera de la casa
Felices los que nunca esperan a nadie
Ni una llamada telefónica
Ni un aviso del cartero
Ni un toque a la puerta
Los que duermen en cama ancha
Los que lo hacen en cama estrecha
Felices ustedes los felices
Que les importa poco este domingo
Que hoy es domingo
Que es triste
Como son todos los domingos
Tan triste
Como este domingo
triste de hoy.
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