Díaz Rodríguez, Danilo Felipe
(Artemisa, 1958). Ingeniero. Premio Beca de Creación
Sigfredo Alvarez Conesa, del Consejo Nacional de Casas de Cultura (2004),
finalista del Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio (2007). Ha
publicado los libros de cuentos: El señor
de los bucles (2003), Collage
Waterloo (2007) y Las reglas del
juego (2010). Antologado en El
equilibrio del mundo y otros minicuentos (editorial Cajachina, 2008).
Reside en Candelaria. Fue, durante más de 11 años, Director de Cultura en San
Cristóbal. En la actualidad es Primer Especialista del Departamento de
Desarrollo Artístico de la Dirección Provincial de Cultura en Artemisa.
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De la antología Hacer el cuento
Selección
de autores pinareños. Editorial Cauce. Año 2012
LAS MUSAS EBRIAS
A Manuel de la Cruz
Miró la bitácora y trazó un surco profundo y recto hasta el
cielo. Tendió las redes a un lado y se sentó a esperar. Pronto las arañas
fueron llenándole los bolsillos, y una suerte de espasmo le dobló las rodillas
y la frente, llegaron de todas partes los curiosos: el alcalde con su sotana,
el señor cura de baseball player. Phil Collins y Baudelaire se sentaron a su
lado e iniciaron el banquete con perros y almejas.
Te parece una locura, un disparate. Ladeas desalentado la
cabeza y dejas las cuartillas en reposo para una mejor ocasión. Entonces sales
a la calle y ruedas sin rumbo por la ciudad, rumiando en cada esquina tus
imágenes, tratando de entenderte con la musa borracha, delirante, entrópica. La
lucidez emerge por un momento, logras hilvanar algunas ideas coherentes, pero
un vocerío, mientras pasas frente a la galería de arte, te desordena las ideas.
Inauguran una exposición. Tentado, atraviesas el umbral.
Lo primero que encuentras es una instalación, “Futuro
universal”, dice el membrete. Un círculo grande de arena fina, en el centro del
círculo una silla, sobre la silla un negro, sobre el negro un condón, el condón
pende de un hilo que baja desde el techo, en el techo, pegadas, siete
estrellitas de diferente color; los siete colores del espectro ¡futuro
universal! Le das vueltas, atraviesas la franja de arena y la veladora te clava
su mirada haciéndote entender que has transgredido el límite. Escapas con
timidez del círculo y escrutas la instalación a distancia. El futuro es de los
negros, quizás, de las minorías étnicas, eso parece progresista, o ¿será
pesimista el mensaje? Porque muy bien podría significar que lo que se avecina
es negro, o lo que es peor: ¿querrá decir que a los negros hay que mantenerlos
encerrados en un círculo por el bien del futuro? ¿Y el condón?... ¿Para qué no
se reproduzcan? ¡Eso es racismo del más burdo, y no debían permitirlo! ¿Y las
estrellas de todos los colores? ¡Si te coge el negro!... Bueno..., podría tener
cierta lógica. En fin, esto de la polisemia es del carajo. Y te vas de obra en
obra, inventándole historias a una lata repleta de estiércol, a la cerradura
oxidada que se balancea como un péndulo, a las huellas de cerdo acuñadas sobre
el lienzo en blanco; e imaginas a Dalí dejando correr su pincel según los
mandatos del subconsciente, piensas en la pequeñez de los surrealistas, te
vuelve a inquietar qué tienen que ver el negro, las estrellas y el condón, y te
respondes que quizás lo mismo que las arañas, Phil Collins y Baudelaire, y
empiezas a creerte tu cuento, y corres donde tu musa loca, ebria o no sabes
qué, y sacas las cuartillas de su siesta, y empiezas a escribir sin derrotero,
sin iceberg, sin historia, esa que se la invente cada cual.
Miró nuevamente la bitácora y subió por el surco hasta las
estrellas, se sentó en el centro del círculo y fue dueño del universo. Las
arañas, el alcalde y Baudelaire siguieron sus pasos, mientras Phil Collins
iniciaba el sermón y el señor cura entonaba las notas de Another day in paradise. Llegaron más curiosos de todas
partes y, juntos, vivieron felices.
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